El sonido de los cubiertos contra la cerámica me causaba escalofríos. No hubo más charlas, no hubo respuesta a mi declaración. Nos limitamos a comer. Ya íbamos por el décimo platillo y nadie había dicho nada.
Por mi parte, no me atreví a decir algo equivocado nuevamente, así que mantuve mi boca cerrada y la abría para dejar pasar la comida. Ellos... Ellos ni idea. Jamás comprendí lo que pasaba por la mente de Derek al estar tan serio y silencioso. Y lo peor, es que, el abuelo es igual que él. Mastican igual, fruncen el ceño de la misma forma, tienen la misma expresión y la misma postura.
Casi olvidé como tragar la comida. Mi mente estaba tan llena de pensamientos, porque no paraba de pensar en lo que podría estar pensando el abuelo. Prefería que me dijera a la cara lo que estaba pasando por su mente, ya sea bueno o malo. Era mejor eso a quedarme