Epílogo.
••Narra Erika••
Seis años después.
Acomodé nuevamente el moño de Ámbar. Ya era la cuarta vez que lo hacía. Pero como se la pasaba saltando y corriendo por toda la habitación, terminaba con su cabello color caramelo suelto. Físicamente, se parecía tanto a mí. Era como si fuera una pequeña copia de mí.
Teníamos el mismo cabello, la misma forma de la boca, la forma respingona de la nariz y la misma estructura facial. Había un solo rasgo que no había sacado de mi persona y que era crucial, significativo e inolvidable. Sus ojos.
Eran dos perlas grises que poseía el mismo tono que Derek, no era ni demasiado claro, ni demasiado oscuro. Realmente, eran el mismo tono de gris.
Cuando la miraba a ella, miraba a su padre. Con la diferencia, que en su carita no había frialdad, era pura inocencia.
Me quedé viendo a mi pequeña Ámbar coloreando una estrella y le estaba quedando horrible, pero tenía que fingir que era lo más hermoso que vi en la vida.
Ámbar Fisher. Por primera vez, la herede