—¡Al fin, Rafael! Al fin se hará justicia, y ella irá presa. Sé que después vamos a demostrar que es la asesina de Lisardo, porque ella lo mató, no lo hice yo.
Rafael la abrazó.
—Vamos a demostrar tu inocencia, lo haremos, querida. Ahora, vamos, debes descansar. Esta vez no irás al hotel, te llevaré a casa.
—¿A casa?
—Bueno, te llevaré a mi casa, y no acepto un no por respuesta, tengo miedo de que, ahora que se sabe esto, quieran dañarte.
Elisa respiró profundo, por primera vez dijo que sì, porque hasta ella sintió miedo.
***
Al día siguiente.
Cuando Elisa despertó y bajó, encontró a la abuela González, Elisa se sintió angustiada.
—¿Tú eres la esposa de Leander Moctezuma?
Elisa estaba nerviosa, asintió despacio.
Sonrió.
—Bienvenida a casa, no me gusta animar el odio entre los Moctezuma y González, pero si tenerte aquí te protegerá, por lo menos sé que haré una buena acción.
—Yo no quiero ninguna guerra, señora, créame, no quiero causar màs dolor a nadie.
—No te angusties, Elisa, el dol