Volvieron a casa. Leander intentó dormir, pero no dejaba de pensar en todo lo que pasó, su familia, su vida, todo en lo que creía se había derrumbado, y no podía hacer nada.
Elisa despertó y lo observó así, lo abrazó.
—Sé que estás triste, después de todo viviste mucho tiempo con esa mujer, creyendo que era tu madre. No puedo decirte algo que te dé consuelo ahora, amor, lo único que puedo decirte es que este dolor pasará.
Emmanuel la abrazó.
—Te tengo a ti, Elisa, y a mis bebés, es todo lo que necesito para ser fuerte, para volver a empezar si es a tu lado.
Leander la besó con dulzura.
Ana no podía dormir, cuando escuchó que llamaron a su puerta, corrió a abrir y era Piero. Sus miradas se encontraron y se fundieron en un largo abrazo.
—¿Cómo estás?
—¿Cómo estás tú? Sé que esto te tiene mal.
Ana hundió la mirada, era inevitable que saber que sus padres eran asesinos. Le dolía.
—Me duele, no lo negaré, mis padres son asesinos, y encima dañaron a alguien de la familia, eso me duele màs,