Nunca debí haber dado ese like.
Hacerlo ha sido como destapar una olla que estaba a punto de derramarse y eso me ha tenido con los nervios de punta. El miércoles pasado mientras seguíamos con nuestra “noche de películas” había estado dándole vueltas a lo que hice y me dije “no seas ridícula, solo fue un like entre los miles que recibe a diario. No lo va a notar” Y eso debía haber sido la razón ser.
Porque vamos, ¿Qué posibilidades había que se fijara en mi like?
Hoy tengo el almuerzo mensual en casa de mis padres y llevo toda la mañana estresada tratando de buscar no solo la ropa perfecta, sino también la historia perfecta para cuando pregunten -—Porque van a preguntar-— sobre cómo van mis intentos para ser escritora. Lo que se resume en que hoy he recibido un nuevo rechazo.
Hago todo lo posible por relajarme y a las doce y treinta ya me encuentro lista para salir. Se que me van a hacer un interrogatorio en cuanto me vean, una parte de mi se emociona de verlos. Antes de todo esto estábamos muy unidos.
Mirando la hora por última vez, tomo mi abrigo y lo coloco sobre mi vestido de cuello redondo; cuando estoy por salir me detengo en el marco y me tomo una fotografía para enviársela a Juls. En el mensaje le escribo “Camino al matadero” y ella me envía una bendición.
Entro al ascensor y mientras espero bajar hasta el parqueadero subo la foto que acabo de tomarme a mis redes . Es una foto bonita, solo se me ve el inicio de mi vestido y el rostro. Le estoy dando una gran sonrisa con ojos achinados a la cámara.
Mis padres viven en un barrio bastante exclusivo de Londres, en un condominio de casas campestres. Cualquiera diría que se les ha quedado grande para ser solo ellos y Samantha, mi hermana menor, pero lo cierto es que tienen mucha más vida social de la que yo alguna vez podría pensar llegar a tener.
Voy manejando todo lo rápido que la ley me permite, cuando tengo que detenerme en un semáforo en rojo; el timbre del celular suena y me indica que me ha llegado una notificación. Voy deslizando los dedos por el táctil, revisando quienes han sido los han ido a mi foto reciente y mis dedos se quedan inmóvil sobre la pantalla. Mis ojos fijos en el nombre de usuario que le ha dado un “me gusta” a mi foto. Jayden Bowen.
Me toma un momento procesar que el sexy hombre de caramelo le ha dado me gusta a mi foto y me toma un poco más de tiempo darme cuenta que si lo ha hecho es porque sabe de mi existencia y por ende sabe de mi like.
No decido cómo sentirme aún, cuando las bocinas me traen de vuelta a la realidad y veo con sorpresa que el semáforo ya se ha puesto en verde. Con toda la decencia que puedo permitirme bajo mi ventanilla y sacó el dedo medio mientras avanzo en la carretera con el rostro de cierto hombre en la mente.
La casa de mis padres se alza grande e imponente frente a mi. Es una edificación blanca de dos plantas con los acabados en ventanas y puertas en madera pulida. La puerta de la entrada va pintada de rojo, ese es un detalle que siempre me ha encantado.
Dejo el auto parqueado en la entrada y me preparo mentalmente antes de bajar. No conseguí pensar en alguna historia para cuando me pregunten por mis avances y el hecho que este mes se hayan cumplido los primeros seis meses del acuerdo me tiene los nervios de punta.
Un golpe en la ventana me hace saltar en mi asiento y golpear mi cabeza con el techo del vehículo. Cuando volteo me encuentro con la sonrisa socarrona y mirada cuestionante de mi hermana menor.
Samantha podría ser mi clon si no fuera porque ella tiene la piel trigueña y el cabello de color chocolate. Sin pedir permiso abre la puerta del auto y me indica con la cabeza que baje. Me tomo un último respiro antes de tomar mi bolso y seguirla a la casa.
— ¿Estás lista para el interrogatorio?
— ¿Tengo alguna alternativa de evitarlo si digo que no? — En abdoluto, pero siempre puedes fingir un infarto.
Genial.
Antes de llegar al rellano de la entrada, la puerta principal se abre y la silueta de mamá aparece en la entrada. Ah mi madre, como la he echado de menos.
Ella me da una gran sonrisa antes de abrazarme. Jannys, mi madre aunque no está contenta con que haya rechazado el trabajo en el periódico es la que menos lo hace notar. Y las razones de ella van más hacia el hecho que me encuentro trabajando en un restaurante en lugar de estar haciendo algo por lo que estudie. En eso tiene toda la razón.
Mamá nos lleva dentro de la casa mientras va hablando de su última reunión con el grupo de amigos y de los planes que tiene para el próximo fin de semana con mi padre.
Mi madre me toma del brazo y me hace doblar para llegar al comedor. puedo escuchar las voces de papá y abuela desde aquí. Antes de entrar, mamá me toma del brazo y me detalla a profundidad. Arregla un poco mi ropa y cabello y frunce el ceño cuando me toma los hombros.
— Te veo delgada, cariño. ¿Estás comiendo bien?
— Estoy comiendo perfecto, solo es una nueva rutina de ejercicio.
La verdad no pienso entrar en detalles de cómo el estrés me tiene volando las comidas o comiendo lo que encuentre en la calle mientras mendigo algo de tiempo en las editoriales. Ella aunque no parece convencida, acepta mi respuesta y reanuda la entrada al comedor.
La conversación se silencia de inmediato y pese a que la tensión puede palparse, papá me regala una sonrisa honesta antes de ponerse de pie y venir a mi encuentro.
El almuerzo ha ido más tranquilo de lo que esperaba. La abuela se ha limitado a preguntarme cómo va todo por mi vida. Una pregunta con doble filo que me limito a ignorar respondiendo con un simple “todo bien” y papá ha llevado la conversación contando sobre los cambios que tiene pensado hacerle al periódico y poniéndome al tanto de las travesuras de Sam en la universidad.
Cuando los platos empiezan a ser recogidos de la mesa y mamá nos invita a sentarnos en la sala, Joshua, el novio de mi hermana recibe una llamada que tiene toda la cara de ser algo importante. Me remuevo incómoda en mi lugar siguiendo con la mirada cada movimiento que mi cuñado hace al teléfono, no me conviene para nada que se vaya, es mi comodín en esta reunión.
Sin embargo, cuando cuelga la llamada y mira en nuestra dirección con cara de pena, se que mi suerte se ha acabado.
Mi hermana se despide de todos y gesticula un “lo intenté” antes de irse de la casa. El silencio se vuelve molesto entre los cinco, puedo sentir los ojos de la abuela fijos en mí, esperando que haga contacto visual para saltar en mi yugular.
Después de unos minutos en los que nadie parece querer hablar, es mamá quien se encarga de romper el silencio preguntando por Jules. Al menos eso es algo que sí puedo responder y de lo que me da gusto hablar.
— Está muy bien, de hecho acaba de entrar en una emisora deportiva a trabajar.
Mamá me da una sonrisa floja como respuesta. Se que ella se alegra por Jules, la quiere como si fuera parte de la familia, es por mi por quien no está contenta. No esperaba que después de cinco años de carrera universitaria su hija estuviera sirviendo comida pudiendo tener un trabajo importante.
Sam me patea debajo de la mesa y yo la miro frunciendo el ceño porque lleva puestas botas y eso me ha dolido. Ella me da una mirada de reproche y cuando escucho el bufido de mi abuela desde el otro extremo de la sala entiendo a la perfección mi error.
— Bueno, al menos ella no va a tener olor a comida toda la vida.
Y aquí vamos. Esta vez habíamos durado demasiado. Al menos pude disfrutar la comida completa antes de que todo empezara.
— Mamá, ¿qué te he dicho antes de venir? — La voz de papá es de reproche pero por la expresión cansada de su rostro sé que esta de acuerdo con ella.
— No me importa lo que me hayas dicho, si tú estás de acuerdo en que mi nieta se pase la vida sirviendo mesas es tu problema, pero yo no lo hago — los ojos cafés de la abuela se fijan en mí y tal como si viera a una víbora, me quedó inmóvil en mi puesto. No quiero respirar demasiado fuerte para evitar el ataque
— Has demostrado tu punto, niña, tu padre te ha dado tiempo para que encuentres tu camino de escritora, pero es momento de que aterrices. Estás sirviendo mesas, llevando comida chatarra de un extremo a otro en una sala, teniendo un lugar en uno de los mejores periódicos del país ¿ qué demonios estás pensando?
Sus palabras son como una bofetada de acero. Me duelen. Me duele porque se que tiene razón, no he conseguido nada en estos seis meses más que desgastarme y bajar de peso.
No estoy más cerca de cumplir mis sueños de lo que lo estaba cuando empecé y en cambio sigo estando estancada en un trabajo que odio. El nudo empieza a formarse en mi garganta y me lo trago.
No voy a llorar, no por esto. Yo hice un trato, prometí que trabajaría en Hora en Punto si no conseguía lo que quería y mi padre estuvo de acuerdo. El tiempo aún no se ha acabado. Tengo que aferrarme a ese atisbo de esperanza porque ahora mismo es lo único que tengo.
— Me quedan seis meses aún. — Eso es lo único que puedo decir si no quiero hacer una escena— Un trato es un trato y eso deben respetarlo.
Sin emabrgo, cada vez estoy menos convencida de que mi sueño vaya a hacerse realidad.
MargotUn trato es un trato, eso es algo que en mi casa siempre se ha respetado. Sin embargo, mi abuela abre la boca dispuesta a disparar veneno otra vez, pero la mano levantada de mi padre le advierte que se calle. Ella murmura un insulto en árabe que consigue que se gane una mirada asesina de papá. Ella me da una última mirada de desaprobación antes de levantarme y salir de la sala. No quiero ni pensar en lo que debió decirme.Los ojos avellana de papá me miran cansados. Él estaba realmente emocionado con la idea de que trabajara en el periódico. Había estado acompañándolo al trabajo desde que era una niña y era todo lo que me veía haciendo cuando creciera; y así fue, hasta que en medio de la carrera empecé a escribir algo más que noticias y reportajes. Esa libertad que me da crear personajes ficticios, en mundos imaginarios, con aventuras extraordinarias, me hace sentir plena. Como si fuera algo que me ha estado esperando desde siempre. El periódico sigue siendo algo que me gusta
Margot30 de enero 2020Me separo de la computadora después de haber puesto el punto final y le doy una última leída a mi pequeño relato antes de decidir subirlo en el blog. Siempre he disfrutado leer. Ha sido en mi vida como un ancla terapéutica de la que me he vuelto dependiente. Hace seis meses que terminé la universidad y ahora cuento con un título profesional de periodista y un puesto asegurado en el periódico HoraenPunto, uno de los más influyentes del país y del cual es dueño mi padre. Sé que todo esto debería significar algo bueno en mi vida, pero lo cierto es que tarde me he dado cuenta que escribir noticias no es lo que realmente amo hacer. Me gusta, soy buena en ello, pero no lo amo. y eso mismo le dije a él.Las cosas no resultaron tan sencillas como esperaba, pues soy una recién graduada de 22 años que vive en un apartamento pagado por su padre, con una manutención también pagada por su padre, que acaba de rechazar el legado familiar. ¿Jodido verdad? Mi padre al ver q
03 de febrero 2020Se que ningun trabajo es deshonra, pero juro que no puedo esperar el día en que no tenga que ponerme este estúpido uniforme y servir mesas. Tengo el olor a grasa adherido a la nariz mientras llevo mi décima orden de hamburguesa doble con tocino del día. La gente que viene a este lugar es lo suficientemente joven o inconsciente para llenarse las arterias de grasa sin importarles morir de un infarto en el proceso. Antes de trabajar aquí yo amaba las hamburguesas, ahora solo verlas hace que quiera salir corriendo.Mi jefe me hace una seña para indicarme que me acerque. Dejo la orden frente al hombre inconsciente por su salud y me encamino al mostrador. Esta parte del día es la única que suele ser entretenida. Y eso es gracias a que Steven, mi jefe, es una cosa buena para ver. Y más que para ver, se ha vuelto en una cosa buena para probar. Podría considerarse que tiene el aspecto del típico inglés. Rubio, alto, piel de porcelana y ojos avellana, pero cuenta con el