Capítulo 113

—¡Suéltame, maldito loco! —gritó ella, con la voz desgarrada de terror y rabia.

Y entonces, con la precisión del pánico, le dio un rodillazo directo entre las pelotas.

El golpe fue brutal.

Nikolai dejó escapar un alarido, cayendo de rodillas, sus manos volando instintivamente a su entrepierna, y el rostro torcido en una mueca de dolor agónico.

Svetlana no esperó.

Corrió.

Corrió como si su vida dependiera de ello, que de hecho, dependía.

Sus pies descalzos golpeaban el mármol, resbalaban en las esquinas, subió las escaleras casi de rodillas, tropezando, jadeando, con las lágrimas cegándola.

Llegó a su habitación, cerró la puerta de un portazo y echó el pestillo temblando.

Se dejó caer al suelo, sollozando, con la espalda contra la puerta.

Sus manos aún temblaban, su garganta ardía, el corazón parecía a punto de estallar.

Pero la sensación de seguridad duró apenas segundos.

Porque escuchó los pasos.

Pasos pesados, arrastrados, ascendiendo por las escaleras.

La risa.

Esa risa enferma, de
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