“Cuando el amor se reprime, el odio ocupa su lugar”
~Havelock Ellis~
–Me voy a quedar un rato más y en lo mientras voy a leer mi libro. –le informó, lo cual a Alexander le causo más gracia que enfado.
–¿Te importa si me quedo un rato más, o también eso te va a molestar? –preguntó con un leve tono de soberbia. Era el colmo que necesitara tener el consentimiento de ella para poder quedarse.
–Claro que no, estás en tus caballerizas y en tu rancho. Te puedes quedar el tiempo que quieras. – le dijo con una sonrisa forzada.
Poco después, el sueño le llego a Neyra y al ver que la yegua estaba mejor, pensó en irse a dormir a su casa, pero termino acomodándose ahí a dormir.
–¿Qué haces? ¿No te vas a ir a dormir? –inquirió Alexander, cansado por el sueño.
–No, porque no quiero que se me espante el sueño al caminar hasta la casa. Voy a tratar de dormir ahora que tengo sueno. –dijo y se acomodó.
Neyra tenía razón, y él tampoco quiso tomar el riesgo, además de que no la iba a dejarla sola; por eso