—Aurora no te muevas, es imposible, mantente quieta —pero ella me ignora, está desesperada—. ¡Mierda, lo que hemos conseguido lo arruinaras! —Le reclamo a Karamat y él solo sonrió desquiciado.
La sensación de matarlo me sube y baja. Soy de los que no habla, sino que actúa. «La hora te llegará Karamat, espero que puedas entender mi rostro».
—Solo quiero que recuerdes que estás cruzando la línea y soy tu jefe. —Se jacta y la bestia intentó comunicarse con Aurora.
—Me apartaré por ahora, pero te darás cuenta de que me necesitarás. —Me desvanecí endiablado y llegué a mi casa.
Rompí todos los muebles, las putas que viven en mis aposentos se asustan y las empujo. No quiero que nadie me hable, quiero cortar las alas de Karamat y acabarlo hasta que suplique por su vida.
Es imposible intentar soltarme, usar mis poderes no sirve y me consume. Walas me advirtió, pero estar en este guante se siente espantoso. Tengo visiones de una mujer dorada despampanante y los ojos oscuros como dos pozos me