– Acaso estás loca o qué? – le reclamaba Kim furioso a Alice.

– Que tenía ella que venir aquí y no le bastó y te estaba seduciendo en medio de la fiesta, crees que las personas no se dieron cuenta de que estaban encerrados en el baño? – gritaba como loca la Omega mientras le daba empujones al Alfa.

– Fui yo el que la buscó – respondió.

– Y tengo que creerte? Ella es solo una perra regalada – acercando su rostro al de Kim.

El Alfa agarró su mano y la apretó con fuerza, pero aquello no detenía a la Omega de decir todas las barbaries que gritaba de Luar.

– Te prohibió que hables así de Luar – le advirtió.

– ¿Quién eres tú para prohibirme nada, además que harás? – habló retando a Kim.

El Alfa sólo suspiró y pasó una de sus manos por su rostro, tratando de no perder la paciencia debido a los años de amistad que han habido entre ambos.

– De favor te pido que nos calmemos, hablemos como dos personas civilizadas – pedía más tranquilo el Alfa.

– El animal que me arrastró hasta aquí fuiste tú –