El día de San Valentín, Félix volvió a usar como excusa los asuntos familiares para alejarse de mí. Incluso, les pidió a todos que mantuvieran en secreto lo que estaba haciendo.
Pero esa misma noche, recibí un mensaje anónimo: «Enlace de la transmisión en vivo - La boda de Félix y Lilian.»
Al abrirlo, la pantalla mostraba una ceremonia de boda elegante y solemne, repleta de familias mafiosas sicilianas.
En ese momento, mi mente quedó completamente en blanco, y sentí una intensa presión en el pecho que casi me ahoga.
Tres meses atrás, a Lilian le habían diagnosticado una enfermedad terminal. Recuerdo que en una reunión familiar, dijo, con voz temblorosa:
—Ojalá pueda casarme con la persona que más amo antes de morir.
En ese momento, no entendí a qué se refería. Incluso me reí y le pregunté, en medio de la fiesta, quién era ese amor tan grande.
Entonces, ella me miró fijamente a los ojos y sonrió de forma enigmática.
—Cuando llegue el momento, lo sabrás.
Fue mucho después cuando entendí que ese «amor de su vida» era Félix. Nunca voy a olvidar ese San Valentín. Lloré hasta quedarme sin fuerzas, mientras él, en una isla privada que llevaba el nombre de ella, le juraba amor eterno.
Por suerte, todo esto ya está por terminar.
Justo cuando llegaba a casa, recibí una llamada de Lilian.
—Sylvie, lo siento mucho. De verdad no sabía que no te iba a encontrar hoy —dijo con una sonrisa burlona.
Pero yo no respondí. Ya no me afectaban sus provocaciones. Ya no sentía nada por él.
—La familia Valentino es realmente leal —continuó con tono calculado—. El señor Valentino vino a verme personalmente y me dijo que haría todo lo posible para encontrar al mejor médico del mundo para tratar mi enfermedad. —Hizo una pausa, y, cuando volvió a hablar, su voz sonó aún más cargada de veneno—. Sylvie, dime, ¿no sería maravilloso que fuera yo quien se casara con Félix?
—Claro, te lo regalo.
Colgué la llamada con la intención de bloquearla al instante. Pero, por accidente, me metí en las redes sociales de Lilian y vi que había subido una foto de mi autocaravana, diciendo que era un regalo sorpresa de Félix.
Esa caravana... era algo que había hecho con mis propias manos. Pasé un año entero diseñándola, comprando las piezas, armándola, ajustándola. Mi idea era que, cuando todo estuviera listo, viajaría por el mundo con Félix. Pero ahora, Lilian posaba frente a ella, radiante.
El pie de foto decía:
«Gracias a Félix por este hermoso regalo. ¡Cuando me recupere, viajaremos juntos!»
Mis dedos temblaron al tocar la pantalla. Nunca imaginé que Félix le regalaría mi autocaravana, mi sueño más preciado.
Justo en ese momento, Nora, mi asistente, me llamó con voz llena de ira.
—¡Sylvie, ¿qué diablos está pasando?! ¿Por qué Lilian... está manejando tu caravana? ¿Qué se cree, que tiene derecho? ¡Y tú! ¡¿Cuántas noches pasaste sin dormir, y ahora ella la toma así, sin más?!
Respiré profundamente, intentando calmarme.
—Ya no me importa.
—¿Que no te importa? ¡Yo estoy que me muero del asco! ¡Sylvie, si de verdad no te importara, ya la habrías destruido! ¡Esa Lilian es una descarada! ¿Qué se cree, que porque está enferma puede robarse todo, hasta tu novio, y quedarse con tus sueños? —exclamó, fuera de sí—. ¿Quién sabe si en verdad está enferma? Haré que investiguen si es verdad que tiene una enfermedad terminal… —Hizo una breve pausa—. Y en cuanto a Félix, ese bastardo… ¿Cuánto más piensa seguir mintiéndote?
—No mucho más, la boda será pronto —respondí sin más.
En ese momento, la voz de Félix interrumpió la conversación:
—¿Boda? ¿Cuál boda?