Esa misma tarde, cuando regresé a casa con mis padres, me encontré con una sorpresa. En la sala de estar, había dos personas sentadas: los padres de Félix, el señor Valentino y la señora Isabella. Mi asistente nos informó que ya llevaban un buen rato esperando.
Mi madre suspiró suavemente, me acarició la mano y dijo:
—Tu abuelo insistió tanto en enviarte a Chicago, y la familia Valentino nos prometió que te cuidarían. Pensábamos que tú y Félix estarían juntos hasta el final. Los Valentino te han cuidado mucho todos estos años, y ahora que vienen a vernos, no podemos rechazarles así de golpe.
Me quedé en silencio por un momento y luego asentí, comprendiendo sus palabras.
—Mamá, no te preocupes, yo me encargaré.
Dicho esto, me dirigí directamente hacia la sala, caminando con paso firme y tranquilo. Cuando Donna Isabella me vio, sus ojos se pusieron rojos al instante.
—Sylvie, ¿es cierto que... te vas a casar?
No quería andarme con rodeos con alguien que siempre me había tratado con tanto