Luna sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un frío que le calaba hasta los huesos.
¿Qué quería hacer ese hombre? Antes había estado tan ansioso por divorciarse de ella, y ahora, ¿qué estaba intentando hacer? ¿Para llevarla a un callejón sin salida?
Recordó sus palabras amenazantes:
—¡Haré que vuelvas a rogarme de rodillas!
¿Él realmente iba a ser tan cruel después de haber compartido el matrimonio?
Había llevado a Sía, usándola como una herramienta para controlarla, dejándola sin posibilidad de resistirse.
En ese momento, su celular volvió a sonar constantemente, y ella ya sabía quién era.
Se resistía en su interior, pero no podía evitar contestarlo, por lo que alzó la voz y le gritó a todo pulmón:
—¡Leandro! ¡Eres un despreciable sinvergüenza!
Del otro lado, la voz sonó algo confundida:
—Soy Rafael, le pedí tu número a Daniel.
Luna se quedó algo avergonzada. Había pensado que era Leandro y no se había fijado en el número que aparecía en la pantalla.
—¿Señor Ruiz? ¿En qué puedo ayud