Luna quería gritar, pero no encontraba las palabras; no era su fuerte.
—Más te vale decirme la verdad, ¿para qué necesitas el dinero? —Leandro insistió—. No sueles gastar mucho. ¿Quieres una casa? ¿Un coche? ¿Joyería? Puedo comprarte lo que necesites, no tienes que comprarlo tú. ¿Para qué necesitas el dinero?
—Yo... —Luna tuvo que buscar una justificación—. Quiero comprarle algunas cosas a Sía.
Sabía que esa razón sonaba poco convincente.
—Sía no necesita nada. ¡Dime la verdad! —Leandro no le creyó en absoluto.
—Yo, en realidad, quería comprar un coche para moverme. Es difícil tomar un taxi durante las horas pico, especialmente cuando llueve —Luna se vio obligada a improvisar.
—Puedes pedirle a Yael que te lleve —Leandro lo dijo sin dudar.
—¡No quiero que Yael me lleve! —Luna se sonrojó, furiosa.
¿Cómo podía tener la cara para decir eso? ¿Qué había pasado en el coche aquel día? Yael estaba justo al frente. No podía imaginar cuán incómoda sería su próxima reunión con él.
Leandro frunció