Capítulo1398
Ella tampoco indagó sobre la razón, no quería imponerle ninguna presión psicológica.

—Simplemente no esperaba que fueran tan amables conmigo.

Delfina, con los ojos bastante llorosos como duraznos, apenas pudo articular ciertas palabras. —Sé que me tratan bien porque puedo identificar a Eduardo como testigo, pero aun así, gracias por respetarme.

El rostro de la joven, con rastros de lágrimas, y sus palabras fragmentadas hicieron que Clara y Alejandro sintieran una fuerte opresión en el pecho, como si unas manos crueles les estrangularan la garganta.

César apretó la frente, resistió y resistió, finalmente conteniendo la creciente indignación que amenazaba con estallar.

A sus diecisiete años, en la flor de la juventud, su cuerpo y su mente ya estaban marcados por grandes cicatrices, incluso heridas que nunca sanarían.

Todo esto, obra de Eduardo.

Eduardo debería ser fuertemente castigado. —Delfina, no es que te tratemos bien y te respetemos solo porque eres testigo. Cualquier chica buena e
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