Sin darse cuenta, esa simple ojeada se convirtió en media hora.
El perfil era más o menos como lo había imaginado. Además de sus típicas poses de mujer de sociedad y esposa de millonario, había muchas publicaciones con un aire más cotidiano, algunas incluso un poco ingenuas.
Cuando Mateo llamó por el intercomunicador para recordarle que tenía un compromiso por la tarde, él apenas iba viendo unas fotos de principios de año.
En ellas, Miranda construía un muñeco de nieve con los sobrinos de la familia Aranda. Llevaba un abrigo grueso y afelpado, y un gorrito rojo en la cabeza. Sus ojos sonreían, dándole un aire brillante y adorable.
Mientras guardaba una de las fotos, dio un par de instrucciones sobre el trabajo con voz tranquila.
...
Al otro lado de la ciudad, Miranda, que comía de un tupper enviado por el hotel mientras revisaba su