Luis, Diego y Samuel eran amigos de Guillermo de la misma edad, de la privada donde vivían. Cuando Guillermo regresó a la zona del callejón, empezaron a juntarse poco a poco. Luego fueron a la misma escuela y se hicieron amigos inseparables, con una amistad que ya duraba casi veinte años.
Miranda, por supuesto, también los conocía. El detalle era que, desde niña, ella y sus amigas se habían encargado de aislar a Guillermo, así que tampoco le caía muy bien el grupito que se juntaba con él. Si se los encontraba en la escuela, los recibía con resoplidos, miradas de desprecio y reventándoles globos de chicle en la cara.
Claro que esa antipatía era solo de su parte. Los muchachos eran mayores y la veían como a una hermanita consentida; a veces hasta le hacían bromas para divertirse.
Eso sí, cuando de la nada salió la noticia de la boda de Miranda y Guillermo, el grupo de amigos se quedó boquiabierto. Admiraban las agallas de su amigo, tan valiente, o temerario, y con tanto dinero como para