Capítulo 25

La voz, en un tono neutro, con una inflexión ligeramente grave, estaba impregnada de esa calma que le era tan familiar.

¡La cabeza de Miranda pareció estallar!

¿Cómo era posible?

¿Qué hacía él aquí?

Como para confirmarle que no desvariaba, Guillermo volvió a tocar.

—O abres, o llamo a alguien.

—¡No! —reaccionó Miranda al instante para detenerlo.

En ese preciso instante, Estela terció desde afuera, gritando hacia el interior del baño de hombres:

—¡Miranda, ya puedes salir! ¡Tu esposo ya despejó aquí afuera, no hay nadie!

Miranda se quedó sin palabras.

“¡Por Dios! Antes que dejar que ese imbécil la viera en ese estado deplorable, ¡mil veces hubiera preferido salir corriendo sin pensarlo dos veces cuando aún no había llegado, o incluso jalar la palanca y desaparecer por el desagüe para siempre!”

“¡Y esta muchachita! No solo no había servido de nada después de tanto tiempo ahí parada, ¡sino que encima había traído al último tipo sobre la faz de la tierra que ella quería ver para que se bu
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