El águila real
- Está bien, pronto te dejará en paz. No agregues más.
Debo ir a verla para hablar con ella. Sé que será difícil para ella. Pero es el contrato que firmamos: que estipula que, si ya no necesito sus servicios, la liberaré. Bueno, ha llegado el momento y hay que pasar por eso. La encuentro en su habitación, acaba de salir del baño.
Es hermosa, adrede, deja caer su toalla. Su magnífico cuerpo se revela, si fuera antes, me habría lanzado sobre ella. Pero ahora, desde hace un tiempo, ya no me provoca tanto efecto como antes.
- Vístete, vamos a hablar.
- He hecho algo malo, maestro.
- No, no has hecho nada malo, pero debes vestirte. Te esperaré en mi oficina.
Ella abre mucho los ojos, está sorprendida. Porque, si la he convocado en mi oficina, es que el tema debe ser muy serio.
Salgo de su habitación para esperarla en mi oficina. Me sirvo un vaso de coñac. Estoy más tranquilo que esta mañana, Sibelle está mejor y eso es lo esencial. Llaman a la puerta, debe ser Jennifer, es b