Sibelle
De acuerdo, señor.
Sigo avanzando, siento su mirada lasciva sobre mi trasero. Llegamos a su oficina, se sienta en su silla, y abre sus cajones para sacar sus documentos, que lee un poco antes de guardarlos en su archivador.
- ¿Cuándo puedo llamar a mi familia?
- Mañana.
- ¿Por qué no hoy? Han pasado días desde que hablé con mi familia.
- He dicho mañana, no me gusta que me contradigan.
- Bien, señor.
¿Qué más puedo decir? ¡Nada!
Para no enojarlo, prefiero quedarme callada.
Después de recuperar sus documentos, salimos de la oficina. Sigo delante de él caminando, moviendo las caderas, me vuelvo para ver su reacción, sus ojos están fijos en mi trasero, sonrío, ¿cómo pueden los hombres amar tanto mirar las nalgas de las mujeres?
Subimos al vehículo, tan pronto como estamos sentados:
- Ven a sentarte sobre mí.
¿Qué es eso ahora? Me hace sentar a horcajadas sobre él, siento su erección en su pantalón, sus manos están sobre mis nalgas acariciándolas a placer, lo miro, tiene los ojos