—¿Los oficiales? —repitió Leo neutro, aunque su ceño no se relajó.
—Sí, ellos mismo. Solicitan hablar con ustedes. Están en la entrada. ¿Desea que los haga pasar?
Leo intercambió una mirada rápida conmigo.
—Hazlos pasar. Los recibiremos en un momento.
Marta asintió y desapareció tras la puerta. Leo resopló, pasando una mano por su rostro. Yo seguía sobre la mesa, el corazón latiendo un poco más rápido.
—¿Crees que tenga que ver con mi madre? ¿O con lo de mis tíos de nuevo? —le pregunté asustada.
Él apretó los labios.
—No lo sé. Pero no creo que vengan por cortesía. Mejor ve a vestirte —sugirió, acariciándome el muslo.
Ambos nos tomamos unos minutos, fui a la habitación y me puse un vestido ligero blanco. Me arreglé velozmente, antes de bajar al salón. Aún con el calor de sus manos marcado en mi piel y la mente dando vueltas por la interrupción.
Los oficiales nos esperaban en la sala de estar. El inspector Jakob bebía una taza de té relajado. La detective Ingrid, en cambio, est