+18
No había logrado dormir. Aunque Leo me rodeaba por la espalda, con su mano descansando sobre mi vientre, el calor de su cuerpo no bastaba para acallar la tormenta que tenía dentro.
Cambié de posición varias veces hasta acomodarme de lado, lo hacía desde que la barriga me pesaba demasiado. Pero el cuerpo me temblaba en silencio. Me cubrí la boca para no emitir ruido, aunque las lágrimas bajaban igual, ardientes, constantes, ahogándome. No podía respirar bien. Estaba congestionada, jadeando por la boca, intentando no despertarlo.
Pero lo hice.
—Rubí... —murmuró ronco, medio dormido—. ¿Qué pasa?
Sentí cómo su cuerpo se tensaba detrás de mí. Encendió la lámpara de su mesita y se incorporó un poco para verme mejor.
—Amor... —se inclinó, su mano rozó mi mejilla húmeda—. ¿Estás llorando?
Me giré, tratando de ocultar el rostro. Pero cuando él me jaló despacio hacia él, no pude contenerme más. Me rompí.
El llanto me sacudió entera. Me aferré a su pecho sollozándo sin freno. Leo me sostuvo