En casa del abuelo Dorth
Despierto después de un largo y reconfortante sueño. No puedo creer que haya dormido tanto; ignoro cuánto tiempo estuve “descansando”. Me resulta extraño ese letargo tan prolongado.
Aclaro la vista y, al intentar levantarme, me sorprende no encontrar a Liyeth. ¿Dónde estará? No conoce a nadie y aún está herida. No sé adónde pudo haber ido... ¿Será que fue a buscar a Jaik?
De pronto escucho una voz de trueno. Es el Altísimo.
—¿Dorth, sabes en dónde está Liyeth? —El Todopoderoso no me había llamado en meses; no puedo negar el temor que eso me causa.
—¡Señor, no sé en qué lugar se encuentra!
—Yo te lo diré —responde con voz implacable—. Está con un humano y acaba de unirse a él como hombre y mujer. Ha renegado de su origen divino solo por sus propósitos. Le permití ejercer su libre albedrío. Sé que desea ir al Averno a buscar el alma de su protegido. Eso es un disparate. No voy a tolerarlo. Me opongo rotundamente.
Las palabras del dador de todo me perturban tanto