Damian POV
La llegada de Kael no fue solo un alivio, fue un cambio de paradigma. Un instante estábamos al borde de la aniquilación, y al siguiente, el sonido de su cuerno de guerra y el rugido de su ejército eran la música más dulce que jamás había oído.
—¡Aguantad! ¡El Rey está con nosotros! —rugí a mis hombres, mi voz ronca por el humo y el esfuerzo.
La moral de los guerreros de Colmillo Negro, que había estado por los suelos, se disparó. El cansancio desapareció, reemplazado por una nueva y feroz esperanza. Ya no luchaban solos.
El ejército de Gregor, que hasta entonces había avanzado con la arrogancia de un depredador seguro de su presa, se detuvo en seco. Los vi mirar hacia su retaguardia, ahora envuelta en el caos de la carga de la caballería de Kael, y luego hacia nosotros, que nos habíamos reagrupado con una nueva ferocidad. Estaban atrapados. Atrapados entre el martillo del ejército real y el yunque de los defensores de Colmillo Negro. Su disciplina comenzó a desmoronarse.
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