Aila POV
El olor a sangre y a hierbas curativas me revolvió el estómago, una combinación que conocía demasiado bien.
Me transportó instantáneamente a la enfermería de Colmillo Negro, a la sensación de mi propio cuerpo rindiéndose al veneno. Pero esta vez, no era yo la que yacía en la cama.
Era Damián.
Sobrevivió. La palabra era a la vez un alivio inmenso y una simplificación terrible. Estaba vivo, sí, pero roto.
Tenía el brazo izquierdo y dos costillas fracturadas, una conmoción cerebral severa y una pierna destrozada de una forma tan brutal que Mavena, la vieja sanadora, había tardado horas en vo