Mundo ficciónIniciar sesiónEl mar parecía una sábana negra extendida hasta el infinito. Ni una ola alta, solo ondulaciones suaves que reflejaban las luces del yate como si fueran cristales rotos flotando en la oscuridad.
Valeria apoyó las manos en la barandilla y respiró hondo. El metal estaba tibio por el calor del día, pero el aire ya era más fresco, cargado de sal y humedad. El perfume de las flores que adornaban la cubierta se mezclaba con el olor del mar, con la cera de las velas, con un leve toque de champán sin acabar.
Detrás de ella, el cuarteto tocaba una pieza lenta, casi susurrada, como si también tuviera miedo de romper algo.
Leonard estaba a unos metros, lo sentía s







