Capítulo 10 : Lo que se siembra

La mesa estaba servida, la iluminación cálida del restaurante contrastaba con el hielo que flotaba en el ambiente familiar mientras el murmullo de los niños jugando un poco lejos era el único sonido entre todos ellos.Massimo había intentado organizar aquella cena por obligar a Alba a irse con él, para que no hiciera ningún plan con Ernesto y quizás, en el fondo, como una tregua. Pero apenas llevaban treinta minutos sentados en completo silencio mientras la tención les rodeaba.

—Mamá —dijo Fabri, mientras revolvía con la cuchara su sopade verduras—, ¿cuándo volveremos a ver a Ernesto?, ¡Me gusta jugar con él!

Massimo dejó caer el tenedor con un sonido seco. El camarero que pasaba cerca dio un pequeño respingo, pero el hombre intentó contener su molestia ante las palabras de su hijo.

—¿Ernesto? —repitió, mirando a Alba con cejas arqueadas—bueno cuando tengamos tiempo le pido que venga a casa.

Ella contestó con la voz temblorosa antes de sorber su copa de vino con paciencia británica.

—F
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