Alba despertó sobresaltada, el cuerpo cubierto por un sudor frío y pegajoso que le hacía temblar la piel. Su corazón golpeaba con fuerza contra las costillas, como queriendo escapar. La imagen de aquella noche se repetía en su mente, como una película que no quería dejar de proyectar, en especial con Massimo pululando a su alrededor como nunca antes, aquella traición, el dolor, la humillación y todos los años de sufrimiento que provocaron pesaban sobre sus hombros.
Recordó claramente la mirada de Lía, su propia hermana, que le había servido una copa esa noche, una copa que no debía beber. Esa copa que contenía algo que la dejó fuera de combate, sin defensas, completamente vulnerable. Y la voz de Massimo, su Massimo, el hombre que creía amarla, que en cambio la acusó de la peor forma solo por las fotos que la propia Lía de alguna forma tomó.
—¡Eres una mentirosa, Alba! —gruñó con furia Massimo aquella vez—. Ni siquiera creo que me ames, te rebajaste, como una zorra barata cuando otro t