Ya estaba casi todo resuelto. Sus deberes, respuestas y opiniones llegaron a los correos de quienes pedían por él y unas largas llamadas para aclarar asuntos de alta complejidad. El día pasaba sin más problemas, solo que necesitaba salir del encierro y zanjar de una vez por todas lo que lo llevaba a un estado de pensamientos continuos junto con cientos de preguntas sin contestaciones.
Sin perder más tiempo en la oficina, se colocó el saco, salió sin decir nada, bajó al estacionamiento del edificio, se subió a su coche y esperó a que el rugido del motor le indicara que podía salir.
No era algo que él soliera hacer, pero condujo sin premeditar y sin un plan del que estuviera seguro que daría un resultado positivo; y fue directamente a la casa de Kelly después de ponerse al día con el trabajo. Nadie debería llamarlo ni requerir su presencia, así que tenía libre una parte del tiempo.
Se pasó una mano por la cara para eliminar la pesadez de la jornada que llevaba.
Aquella fue una mañana ba