– Charles Schmidt
Y entonces supe que tenía que hacer algo.
No por mí. No solo por Rebeca.
Sino por ellos. Por lo que aún podía salvar.
Miré a mi hijo y le dije, con voz suave:
—Ve con tus hermanos, Aiden.
Él asintió y salió del despacho. La puerta se cerró lentamente detrás de él, dejando un silencio pesado.
Me quedé de pie, mirando el escritorio.
¿Será verdad que Rebeca se enamoró de mí?
Y yo… ¿Todo este tiempo estuve equivocado?
Quizá Aiden se confundió. Los niños a veces malinterpretan las cosas. Tal vez Rebeca no lloraba por mí… sino por la situación que vivía.
Me voy a volver loco.
Dios mío… ayúdame a solucionar este enredo.
Ahora ella se va a casar con ese hombre… y si siempre fue a Julián a quien amó…
No, tengo que averiguarlo.
Tomé mi teléfono y marqué el número de Rosa, la mejor amiga de Rebeca. El tono sonó varias veces hasta que contestó:
—¿Aló?
Suspiré.
—Hola, Rosa… ¿Cómo estás? Sé que es extraño que te llame, pero… quiero hacerte una pregunta.
Ella guardó silencio unos