– Rebeca Miller
Me desperté temprano, a pesar de que era domingo y, en teoría, debería seguir en la cama descansando. Pero no podía. Pasé toda la noche dando vueltas, pensando en mis hijos. ¿Cómo estarán? ¿Habrán dormido bien? ¿Dónde los habrá llevado Charles?
Supongo que, probablemente, a la mansión. Tal vez quiera que conozcan mejor a su hermano... Aunque, siendo sincera, lo dudo. Ese niño siente que mis hijos le quieren robar el amor de su padre. Sonreí con tristeza. Es solo un niño, claro está, y seguro actúa así por influencia de su madre. No dudo que Amelia le hable mal de mis hijos cada vez que puede. En fin… eso ya no es asunto mío. Mientras Charles cuide de ellos, lo demás no importa.
Caminé hacia la cocina. Mi madre estaba allí, preparando unos huevos revueltos con salchicha y pan tostado. Me recibió con una sonrisa cálida al verme entrar.
—Siéntate, hija, ya casi todo está listo —dijo con dulzura, mientras removía los huevos en la sartén—. Allí hay café, sírvete un poco.
Le