Rebeca Miller
Volví a sentarme en mi silla. El aroma a café todavía flotaba en el aire de mi oficina. Abrí la carpeta principal y empecé a revisar los últimos detalles: las campañas de publicidad estaban casi listas, los diseños estaban aprobados y los presupuestos ajustados a lo que habíamos planeado.
Todo marchaba como debía.
Suspirar. Solo espero que los clientes queden satisfechos con todo el trabajo que hemos hecho. Este proyecto podría abrir muchas puertas… para mí, para la empresa, para mi vida .
Seguí revisando unos pendientes menores cuando escuché el sonido de mi celular vibrando dentro del bolso. Lo saqué con rapidez, pensando que podía ser Sofía, mi madre o incluso Julián… pero no. Un número desconocido iluminaba la pantalla.
Fruncí el ceño y contesté con voz firme.
—¿Ahí?
Un silencio breve, seguido de esa voz… esa que no esperaba oír.
—Hola , Rebeca. ¿Cómo estás?
Mi cuerpo se tensó. La sangre me subió al rostro y, por un segundo, no pude decir nada.
—Amelia…
— No te alter