Volví a casa agotado de no hacer nada; mi vida estaba transcurriendo así, sin sentido, sin una razón, sin ningún motivo, pero no era fácil cambiar ese pensamiento que me acompañaba, ese sentir. Simplemente era el nuevo Fabián Mistic, y debía aprender a vivir con mi nuevo yo; o, mejor dicho, una peor versión de mí.
Entré a la cocina y todo estaba un poco desordenado; la taza de café de la mañana había permanecido casi llena sobre la mesa de mármol y mi plato del desayuno aún estaba sucio en el lavaplatos; y en realidad no me importaba. Tomé un vaso, me dirigí a la sala y me serví un poco de whisky. Ni yo mismo me reconocía.
Me senté en el sofá y recibí una llamada de Angie:
―¡Está todo listo para el concurso!―dijo con una gran emotividad de la que no deseaba ser contagiado. Tampoco era algo que quería celebrar.
―Ok―dije sosteniendo mi vaso de Whisky llevando un sorbo a mi boca.
―¿Es todo lo que tienes que decir? Deberías estar alegre.
―¿Hago una fiesta?―respondí sarcástico y molesto como siempre.
Ella sabía que no quería ese concurso, pero en realidad no tenía elección.
―No seas así. Hace apenas unas horas lanzamos la publicidad y ya cientos de lectoras han participado.
―No sé si en realidad eso sea una buena noticia ―Volví a responder molesto y sin nada de ánimos. Lo menos que quería en ese momento era conocer a una fanática.
―Vamos a elegir a la ganadora esta misma noche.
―¡¿Qué?! ¡¿Tan pronto?!
―No tenemos tiempo y necesitamos que la prensa se quede tranquila. Están desesperados preguntando por el libro, pero con lo del concurso están enfocados en eso.
―Más aun podemos hacer todo más despacio y así ganar más tiempo.
―Fue elección de Matt elegir a la ganadora en menos de 24 horas. Haré la reservación para los siguientes tres días en el restaurante “Fire”.
―¿Por qué tres días?
―Son las reglas del concurso. Pensé que por lo menos habías leído el documento que te envié por correo más temprano.
―No he tenido tiempo ―dije al mismo tiempo que de nuevo saboreaba el whisky.
―¿Haciendo qué? Bueno, olvídalo―resopló―. La ganadora tendrá tres días para asistir a la cena. Si por alguna razón…
―Me embarca…―Completé su frase...
Estaba harto de ese concurso, de pensar en tener que estrechar la mano de una desconocida, mostrar mi sonrisa desganada, conversar de su libro favorito y soportar tomarme fotos y firmarle autógrafos. Ya quería que acabara y ni siquiera había empezado.
Respiré profundo.
―Sí… después de tres días, elegiremos a otra persona.
―Trata de asegurarte de que la ganadora cumpla. No quiero pasar vergüenza por su culpa y quedarme esperando como un idiota en el restaurante
―Tranquilo, a ti nadie te dejaría embarcado. Bueno, al antiguo Fabián.
―Para ellas sigo siendo el de siempre.
―En realidad no te conocen. Pero mañana una de ellas tendrá ese honor. Y en caso de que la ganadora no pueda asistir, será otra manera de seguir manteniendo a la prensa entretenida.
―Tú eres la que se está divirtiendo con todo esto… Y Matt también.
―¡Claro que no! Únicamente estamos haciendo nuestro trabajo para poder salvar tu reputación―Me reprochó.
Colgué la llamada con Angie sin decirle nada más. No me apetecía seguir discutiendo con ella.
Dejé el vaso vacío y me recosté en el sofá con las manos en mi cabeza. El techo era ahora mi mejor compañía, quería dormir, olvidar un poco lo que era mi vida y soñar con la que antes era y que tanto anhelaba volver a tener.
Perder a Elisa había sido un golpe fuerte, la seguía queriendo, pero con solo imaginarla en la cama con su nueva pareja me sentía vulnerable, solo. Nuestra vida juntos había sido hermosa, feliz, estábamos bien y aún después de dos años me sigo preguntando qué hice mal para que ella me dejara.
Aún recuerdo las mañanas cuando me levantaba más temprano que ella, en silencio, y le preparaba su desayuno favorito y se lo llevaba a la cama; pensé que eso le gustaba. O las veces que acariciaba su cabello para que descansara y se relajara de su trabajo en el hospital, pero en realidad nada pareció importarle, simplemente lanzó todo por la borda; y con lágrimas en los ojos se despidió de mí. Se fue y la extraño cada segundo.
Cerré mis ojos con fuerza para alejar a Elisa de mis pensamientos, me levanté del sofá, serví otro poco de whisky en mi vaso y lo bebí tan rápido como pude. Quería sacarla de mi cabeza en ese instante. Caminé a la habitación y de nuevo todo era ella, las sábanas que eligió; los colores que quiso colocar en el cuarto; la distribución de todo; todo había sido su elección. Me senté en la orilla de la cama, observé a mi alrededor con nostalgia, pero mi corazón ardía tanto que necesitaba salir de ahí en ese mismo momento.
Tomé las llaves del auto, salí de casa y simplemente me quedé sentado en el auto algunos minutos. Dejé caer mi cabeza sobre el volante y mis manos a los lados, pero un mensaje de Matt me hizo entrar en la realidad nuevamente:
―Fabián, ven pronto a la editorial, tenemos a la ganadora del concurso. Hay que coordinar todo ya.
―Ahora estoy ocupado―respondí aún con mi cabeza sobre el volante.
―Deja de decir bobadas y ven ahora mismo. Angie ya viene en camino.
Respiré profundo, volví a casa para cambiarme, pero no tenía ánimos de nada y me puse lo primero que encontré. Regresé al auto sin ganas de salir de casa y manejé despacio hasta la editorial. Estacioné el auto en el estacionamiento y Angie también estaba entrando. Me quedé de pie esperándola.
―¿Se puede saber qué te pasó? ―señaló con su mano de mis pies a mi cabeza.
―Nada―dije ignorando su pregunta.
―Fabián―Se acercó y me tomó por los brazos―. Eres el escritor más prestigioso de toda España… Mírate, volvió a señalarme― . Te ves terrible.
―¿Terrible?
No pude evitar sonreír.
―¿Dónde está Fabián?…―Acarició con dulzura mi hombro―. No dejes que ella te robe todo esto que mereces.
―Solo escribía por ella―dije desviando mi mirada hacia otro lado.
―Claro que no. Es tú talento, no es de Elisa. Ella solo fue una inspiración, solo debes encontrar otra. Sabes que somo amigos y me duele verte así.
―Estoy bien ―dije intentando controlar la ira que sentía. Necesitaba golpear algo o tal vez mi propia cara.
―Alégrate, ¿sí? ¿Recuerdas cómo solíamos bromear? Siempre nos reíamos. Ahora creo que no recuerdo el sonido de tu risa.
―No exageres, Angie.
―No lo hago, es cierto. Estás en tu propio mundo, aislado. No me dejas ni siquiera visitarte desde…
―Desde nada… ¿Nos podemos ir? Matt está esperando―añadí serio intentando evadir el tema que últimamente Angie me planteaba una y otra vez―, y espero que no vuelvas a decirme más de lo mismo. Estoy cansado de que me señalen o que me digas que hacer con mi vida ¿Está claro?
Angie me observó callada, casi apunto de llorar, la miré y pasé rápido a su lado para ir al despacho de Matt. Quería acabar con esto del concurso de una vez por todas.
Entré al elevador y Angie estaba a varios metros de mí. No quise esperarla y marqué el piso de Matt. No quería compartir con ella el elevador. No en ese momento.
Llegué arriba y ella llegó a los pocos segundos.
―¿Por qué se tardaron tanto? ―dijo Matt efusivo, sirviendo dos vasos de alguna bebida para cada uno.
―Ya estamos aquí, es lo que importa. ¿Puedes ir al grano, por favor?
―¿Sabes qué? No me pienso aguantar tu mala actitud ―gritó Angie enojada ante mi evidente deseo de salir de ahí.
―Lo mismo digo―Me incliné hacia ella y coloqué el vaso sobre el escritorio de Matt.
―¿Y a ustedes dos qué les pasa? No es momento de discutir. Ya tenemos el nombre de la ganadora.
―Pobrecita ―murmuró Angie a mi lado. La ignoré.
―¿Puedes decir su nombre? ―mencioné apurado.
―Amanda Castillo y tiene 28 años―dijo Angie, obligándose a sí misma a hablar. Estaba tan enojada como yo.
―¿Ya le avisaron? ―pregunté.
―Sí―dijo Angie―. Estoy esperando su confirmación.
―Ok, genial. Nos vemos―respondí con sarcasmo y me levanté.
―¿A dónde vas? ―exclamó Matt ante mi intento fallido de retirarme.
―Ya terminamos…
―No hemos ni empezado. ¡Y tampoco voy a tolerar tu comportamiento! ―Alzó la voz colocando sus manos sobre el escritorio.
Me senté de nuevo.
―¿Y ahora qué? ―Los observé a ambos que me fulminaban con su mirada, pero no le tomé importancia a ninguno.
―La cena será mañana en el restaurante “Fire” a las ocho de la noche. La prensa estará presente, pero desde los vidrios que separan a las mesas. Podrán verte a ti con Amanda Castillo, pero no escuchar nada. Prométeme que te comportarás―mencionó Angie.
―Fabián, nuestra reputación estará en tus manos mañana en la noche. Sé amable con Amanda, sonríe, que la prensa capte lo mejor de ti. Lo necesitamos―enfatizó Matt, acariciando su cabellera blanca una y otra vez.
―Sí, no se preocupen. Solo quiero que no vuelvan a organizar algo así.
―No se repetirá si escribes el nuevo libro cuanto antes―agregó, Matt, un poco molesto―. Y recuerda que esto es solo una distracción, es para darle a la prensa algo para entretenerse, pero ¡tienes que ponerte a escribir ya!
―¿Y qué pasa si no consigo escribir?
―No sé para qué seguimos hablando de lo mismo. Tienes un contrato firmado y se les prometió a los lectores un libro este año. No hay excusas. Solo siéntate a escribir en los próximos días y seguro todo fluirá.
―¿Crees que es muy fácil sentarme a escribir sobre algo en lo que ya no creo? El amor es una palabra que ahora desconozco.
―Eres escritor, no tiene que ser real nada de lo que escribas. ¡Solo necesito ese libro, lo demás no me interesa! ¡Y deja ya de autocompadecerte! ¡Das lástima!
―Sabemos que sigues queriendo a Elisa―añadió Angie.
―¡Deja de decir estupideces! ―Me levanté alzando mis manos.
―Utiliza eso que sientes y escribe―mencionó Matt emocionado.
―¡Ya me cansé de ustedes dos! ¡Me voy!
Apreté mis dientes ante las palabras de Matt, me levanté de la silla y junté mis labios para no dejar escapar una mala palabra. Coloqué mis manos en el bolsillo y sin despedirme salí del despacho.
Quería volver a casa, pero debía prepararme mentalmente para conocer a Amanda Castillo por más difícil que fuera. No estaba listo para hablar con nadie, para salir con alguien como si nada pasara en mi vida, y menos con una lectora y la prensa observando todo; buscando el más mínimo de los detalles para publicar alguna noticia que recorra los periódicos del país.