Después de ver a Amanda pude confirmar con su mirada, su piel y sus besos, que sentía exactamente lo mismo que yo; aunque sus palabras dijeran lo contrario. Me obligó a salir del apartamento; salí, pero me quedé afuera.
Intenté hablarle aún de pie detrás de la puerta, pero era inútil, no respondía nada. Me senté y recosté mi espalda a la pared. No quería irme sin hablar con ella.
Me quedé ahí por algunos minutos y sentí que abrió la puerta. Me levanté rápidamente y estaba ahí, observándome, envuelta en un mar de lágrimas. Quise acercarme, abrazarla, pero no me lo permitió.
Vi cómo se derrumbaba frente a mí llorando como una pequeña niña, sin que nadie la consolara. Entró, se sentó en el sofá y me senté a su lado sin decir una sola palabra. Solo me quedé a su lado.
Pasaron algunos segundos y dirigió su mirada a la mía, y dijo:
―No voy a decirte ninguna mentira, pero tampoco ninguna verdad. Es obvio que mi corazón te reconoce… pero no puedo.
―¿Qué quieres decir?
―Soy parte del Luxury, a