Mundo ficciónIniciar sesión~24 de noviembre, un mes antes de la boda~
Isabella —Con esa cara de culo se nota lo bien que la estás pasando, ¿y si me cuentas qué ha pasado esta vez y dejas de ahogarte con tus problemas sola? —Amber siempre sabe como importunarme sin llegar a ser una molestia. Diría que se preocupa demasiado por su amiga adulta de veinticuatro años. —Hace una semana creo que estaba feliz, pero ver este anillo en mi dedo cada día me hace preguntarme si estoy preparada para esto —admito y tomo un sorbo de mi copa espumosa. Amber tiene que practicamente pegar su oído a mi boca para poder escuharme y caigo en cuenta de que este tipo de lugares no son indicados para desahogarse. —Y decides quejarte y darte cuenta el día antes de tu boda —dice arqueando una de sus perfiladas cejas castañas—, no es necesario que te repita lo que pienso de todo esto, Isa. Quedan menos de doce horas para que cometas la mejor o peor decisión de tu vida y yo nací con el propósito de ser tu muleta, lo que digas se hará. —Se encoge de hombros y bebe el último trago de su martini. Pincha la uva verde con el palillito de madera y se lo lleva a la boca divinamente. Su mirada se centra en la mía y no es necesario que me diga lo que piensa porque yo estoy pensando seguramente en lo mismo. —Segunda ronda y nos arrepentimos mañana —dictamino y me sonríe con esa belleza natural que tiene. Amber es, por no ser tan exagerada, la mujer más hermosa de Brixton Fox. Se recoge el cabello castaño en un moño alto y retoca su labial, me pasa el tono que usó y hago lo mismo. Hoy es mi despedida de soltera y quizá el último día que tenga para ir de fiestas teniendo en cuenta el tipo de marido que me espera a partir de mañana. Así que pasarlo en grande con la única amiga que me queda ¿por qué no? Mi teléfono vibra dentro de mi bolso. Es un mensaje de Ryan y sonrío porque tiene esa costumbre de protegerme hasta en la distancia. Amor: Si Hugo te dice que me dejé manosear por una stripper, no le creas tanto, fue un roce de nada y no me gustó... bueno, solo un poco. Disfruta y no hagas nada que no quieras hacer, te amo... —¿Lo ves? Incluso él se está divirtiendo. Amber tiene razón, así que le respondo el mensaje a Ryan con el mismo humor y apago mi celular para disfrutar de la noche. El bar a medianoche ya está cargadísimo y yo, con el vestido rojo que llevo puesto y la compañía rompematrimonios que se aferra a mi brazo, me siento imparable. Amber sabe como bailar para arrastrarme con ella a sus movimientos y en cuestión de minutos la pista es nuestra. Suena Residuals de Chris Brown y dejamos de menear el culo para apegarnos la una a la otra. Paso mis brazos alrededor de su cuello y ella me toma de la cintura mientras nos sonreímos como tontas. Dejamos que la música se apodere de nosotras y los hombres que hace minutos nos observaban con deseo ahora han quedado totalmente confundidos, pero les encanta de igual forma el espectáculo que estamos dando. Mis ojos se cierran un par de segundos y veo pasar parte de mi vida como una sesión fotográfica que me llena de culpa. No me puedo creer que haya estado dudando de haberle dicho que sí después de todo lo que hizo por mí... En los últimos tres años me salvó de mis problemas, y me ayudó a superar etapas difíciles de mi pasado. Ryan llegó justo cuando yo no creía en nada ni en nadie y me enseñó que podía confiar, que el amor no siempre tiene que doler, y que no todos se van cuando las cosas se ponen feas. Lo amé por eso: por su paciencia; por su calma; por no rendirse cuando yo era un caos. Y, sin embargo, aquí estoy, bailando en medio de un bar lleno de desconocidos, preguntándome por qué siento este nudo en el pecho justo antes de casarme con él. Amber busca bebidas para ambas, regresa y me gira. La risa se me escapa, pero detrás del ruido y las luces siento que algo dentro de mí no encaja. Tal vez sea miedo, tal vez costumbre; tal vez una voz pequeña que me dice que algo no está bien, aunque todo parezca perfecto. —Vamos, Isa, sonríe un poco más o voy a empezar a pensar que te casas por obligación. Solo mírate —dice, agitando su copa. Le sigo el juego, porque esta noche no es para pensar. Es para olvidar las dudas, para reír, para fingir que tengo todo bajo control. Así que levanto mi copa, brindo con ella y dejo que la música me arrastre otra vez. Si mañana mi vida va a cambiar por completo, que al menos esta noche me recuerde que todavía estoy viva. El ambiente se calienta con cada canción. Amber desaparece entre la multitud, como suele hacerlo cuando encuentra compañía, y yo me quedo sola un rato junto a la barra, buscando aire entre tanto ruido. —Quiero lo mismo que está tomando ella, y rellena su copa, por favor. Giro la cabeza al notar que la persona que de ha sentado a la izquierda se refiere a mí. Es alto, de mirada tranquila y sonrisa apenas dibujada. No tiene la expresión hambrienta de los demás hombres que rondan el lugar, y su acento denota que es extranjero. —Yo estoy bien, gracias —respondo arrastrando la bebida hacia mi pecho, donde la arropo con ambas manos para evitar que el barman la rellene de nuevo. —¿Es tan difícil coquetear con las mujeres de Brixton? —cuestiona clavando sus esferas verdes en mí, no sé exactamente qué está mirando porque sus ojos me recorren el triángulo de la seducción y tengo que apartar la mirada. —¿Es normal en tu país ir de traje a un club nocturno? No se esperaba el contraataque y se echa una ojeada a sí mismo antes de sonreír. —Un negocio no salió como esperaba, no tengo idea de como llegué aquí pero... creo que tienes razón, voy demasiado formal. Asiento y sin dar tiempo a asimilarlo se levanta y comienza a quitarse el smokin, lo dobla y coloca en el espaldar de la silla. Yo no me pierdo movimiento alguno. Lleva debajo una camisa negra que remanga hasta los codos, mostrando unos tatuajes que recorren ambos antebrazos y culminan en los nudillos de sus dedos. No puedo evitar buscar más, y por supuesto que no me equivoco, en la parte derecha de su cuello hay más de ellos, y el rastro culmina cerca de su oreja. —¿Es normal que las mujeres comprometidas frecuenten estos sitios? —La pregunta me cae como balde de hielo y casi me atraganto con el último trago que me quedaba. —¿Cómo sabes que...? —El anillo —señala con la cabeza—. Y esa forma en la que lo miras. Como si todavía estuvieras decidiendo si quedarte o salir corriendo. No sé si reír o sentirme descubierta. Me quedo callada un segundo demasiado largo, y él sonríe, como si hubiera dicho algo obvio. —Evans Ashford —me extiende su mano y dudo antes de estrecharle la mía. —Isabella Keys. —Que coincidencia, te llamas igual que alguien de mi familia. Retiro mi mano riendo, y finjo sorpresa para relajar el momento. Noto como se apresura en justificar sus palabras y me parece súper gracioso de su parte. —Me refiero a mi sobrina política o como quiera que se le diga a la mujer de mi sobrino. —Quizá tenga un clon por ahí —respondo y él concuerda. Nos quedamos unos minutos en silencio, en los que busco con la mirada a Amber por inercia, realmente me siento cómoda aquí y aunque es tarde no quisiera irme aún. Evans me observa demasiado como para no sentirme incómoda, y estoy a punto de romperme las uñas de lo fuerte que estoy golpeando la barra, nerviosa. —¿Bailamos? Un baile no va a arruinar tu compromiso, lo prometo. Lo miro, dudo, pero lo dejo tomarme de la mano. Y en ese momento, con las luces bajas y el cuerpo moviéndose casi sin pensar, entiendo que mañana puede ser demasiado tarde para sentir algo así otra vez.






