IsabellaMuerde su labio inferior, pero no se mueve.Suelta un suspiro, una exhalación, y de pronto sus labios están contra los míos: húmedos, inevitables, crueles y necesarios. Mis dedos se aferran a su camisa empapada y él me sujeta por la nuca como si llevara un mes queriendo hacerlo.Este beso salvaje es una guerra, un choque... pero más que eso es un desahogo. Me recorre los labios con su lengua, es experto y delicioso, como nunca antes me habían besado. No se separa de mí ni yo de él. El agua sigue cayendo sobre nuestros cuerpos como si quisiera apagar algo que ya está encendido desde hace mucho rato y que hoy, por primera vez, se está saliendo de control.Su mano sube por mi cintura, lenta, dolorosa, como si estuviera prohibido pero igual lo hiciera. Me agarra las tetas, las nalgas, toca todo lo que quiere y yo me dejó como si fuera su maldita obsesión prohibida. Respiro agitada, intentando decirle que pare, pero mi cuerpo no reacciona y mi cabeza tampoco.—No deberíamos… —susu
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