SEIK
El tiempo se detiene.
Por unos segundos, en ese gran salón, entre murmullos apagados y miradas expectantes, solo existimos Aria y yo. Todo lo demás se desdibuja.
Ella me mira, y en su expresión veo un atisbo de pena… o quizás arrepentimiento.
Con una sola mirada, le hago la pregunta que me quema por dentro: ¿Es cierto?
En los últimos días apenas hemos coincidido. Entre entrenamientos, responsabilidades y la batalla, apenas nos hemos cruzado.
Pero si está embarazada… ¿no debería haber olido ya a mi cachorro en su vientre?
¿O acaso estaba tan absorto en mis deberes que me olvidé de lo esencial?
Una punzada de culpa me atraviesa como un latigazo.
Si lo hubiera sabido, jamás habría permitido que se involucrara en la batalla.
M*** sea.
Aria sostiene mi mirada… y asiente. Luego susurra, con la voz temblorosa:
—No estoy segura…
Y entonces, la voz del maldito vampiro lo confirma, con ese tono áspero y venenoso que me revuelve las entrañas:
—Créeme, lobita. Estás preñada… de cuatro o cin