ARIA
El silencio reinaba absoluto en el bosque, pesado y casi palpable.
Los rastreadores nos posicionamos en puntos estratégicos para cubrir cada rincón del territorio. Avanzábamos en parejas; así era más seguro y eficiente. Zacarías y yo nos movíamos con rapidez y precisión, coordinados como una sola unidad.
El aroma intenso de la naturaleza llenaba mis fosas nasales mientras escudriñábamos el terreno, atentos a cualquier señal de amenaza. Gracias a los hechizos de las brujas, nuestro olor estaba enmascarado, un escudo vital para mantener nuestra presencia oculta antes del inevitable enfrentamiento.
Cada paso era calculado, cada sonido medido, conscientes de que el menor error podía delatarnos.
El sol se desvanecía entre las copas de los árboles, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y ocres. Estábamos empezando a tomar posiciones fijas dentro del bosque. Me apoyé contra el tronco rugoso de un árbol, para darme unos minutos de descanso. Hice un gesto a Zacarías para que siguiera sin