ROBERTO
No sé si estoy en el cielo o en el infierno.
—Vete—le digo con un tono autoritario—. Vete ahora mismo o no respondo…
Ella me observa fijamente, sus ojos clavados en los míos. Después de unos segundos, su mirada baja lentamente hacia mi entrepierna. Una leve mueca de satisfacción cruza su rostro, y, sin decir una palabra, levanta la mirada para encontrarse con la mía nuevamente.
—No voy a irme… de hecho —sus ojos bajan de nuevo hacia mi entrepierna—, tu cuerpo tampoco quiere que me vaya, ¿verdad?
Un impulso me lleva a acercarme a ella, con la intención de alejarla, de poner distancia entre los dos. Pero, antes de que pueda reaccionar, me agarra por el cuello de la camisa y me atrae hacia abajo, hacia ella.
Su respiración es pesada, y en un instante, sus labios se encuentran con los míos.
Al principio no lo esperaba, pero mi cuerpo reacciona por sí solo, siguiendo el ritmo de su beso. Nuestros labios se acarian con anhelo y nuestras lenguas se abrazan con desperación.
Ella se s