Bratt
El día transcurre más rápido de lo que deseo y ya hemos regresado a la mansión. Lo primero que hago es meterme al baño para sacarme la arena y la sal. Bajo la ducha, repaso una y otra vez el rechazo de Serena y, mientras más repito la escena en mi cabeza, más tonto me siento.
—¿Por qué esperaba que me correspondieras, pecosa?
Esbozo un suspiro y decido salir de aquí antes de que Serena empiece a quejarse, puesto que ella también necesita bañarse. Cuando pongo un pie fuera, lo primero que vislumbro es a mi pecosa quitándose la ropa, o más bien la braga, que es lo único que le queda encima.
Diablos, debo mirar a otro lado, regresar al baño o hacerle entender que ya salí, mas no lo hago. Me quedo contemplando su belleza como el gran imbécil que soy y no pasa mucho tiempo para que se me ponga duro.
Es que ella es tan hermosa...
Me lamo los labios con deseo cuando reparo en sus hermosos senos de areola rosada y pezones erguidos; en mi mente no se refleja otra imagen que no sea estos