Silvina tomó su bolso y la chaqueta y entró en la casa siguiendo a Leonel. Al cruzar la puerta, le entregó ambas cosas a Janet, se quitó los zapatos y caminó hacia el interior.
—Janet, ¿dónde está Leonel? —preguntó con naturalidad al no ver a nadie en la planta baja.
—El señor fue al despacho. Señora, el señor pidió que le preparáramos algo de cena ligera. ¿Desea que le prepare también algo a usted? —preguntó Janet con su habitual cortesía.
¿Cena ligera? ¿No había cenado esta noche?
Silvina pensó un momento. Es verdad, él había estado muy ocupado toda la velada, rodeado de personas, saludando a unos y conversando con otros sin parar.
Bueno, pensó, ya que me cubrió con su chaqueta mientras dormía, al menos puedo prepararle algo como muestra de agradecimiento.
—Iré a la cocina a ver qué puedo hacer. La verdad es que yo también tengo un poco de hambre. Podemos preparar algo y llevarlo juntos, ¿sí? —respondió Silvina con una sonrisa.
Al oír eso, una chispa de satisfacción cruzó los ojos d