Capítulo 25 Acompañarlo a la cena

Cuando Silvina regresó a casa, descubrió que Leonel ya había vuelto.

—¿Dónde estuviste? —preguntó él con el ceño ligeramente fruncido al verla llegar con aspecto cansado.

—Yo... solo salí a caminar un rato —respondió Silvina, incapaz de confesar que había ido a renovar el alquiler de su antiguo departamento, así que soltó una mentira piadosa—. Como hoy no había nada que hacer, decidí salir un poco.

Leonel la miró de reojo con esos ojos alargados y profundos, brillando con un destello imposible de descifrar.

Silvina pensó que quizás él había descubierto su secreto y se preparó para explicarse, pero antes de que pudiera decir una palabra, Leonel ya se había dado la vuelta y se marchaba.

Se le quedó la boca entreabierta, sin poder emitir sonido alguno. Claro, a él no le importaba. No le importaba a dónde iba ni qué hacía. Solo le interesaba el bebé que llevaba en el vientre.

—Esta noche tengo una cena. No me hagas quedar mal —soltó Leonel antes de desaparecer de su vista.

Silvina sintió
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