Leonel había seguido detrás todo el camino: cuando Tania aceleraba, él aceleraba; cuando Tania frenaba, él también lo hacía.
Con coches de tan alto rendimiento y el talento al volante de Leonel, era imposible que Tania lo dejara atrás. Al final, no le quedó más remedio que permitirle seguirlas hasta el final.
Al llegar a la residencia de los Martínez, Silvina y Tania entraron directamente. Silvina se retiró a su habitación a descansar, mientras Leonel aparcaba a cierta distancia, sin moverse, observando en silencio cómo el coche de Tania desaparecía tras las rejas.
Gracias a las palabras de Tania, las preocupaciones de Silvina se habían aliviado un poco. Finalmente, decidió aceptar su consejo.
Así, cuando dejó caer—casi como al pasar—que no tenía interés en la herencia ni en los antiguos manuscritos médicos de los Martínez, la actitud de Clarisa hacia ella cambió de inmediato.
El tiempo pasó rápido, y ya había transcurrido una semana.
Silvina estaba en el jardín, con unas tijeras en l