Leonel bajó la vista hacia la cena más sencilla que había tenido en su vida.
Sobre la mesa solo había dos tazones de fideos simples y un par de condimentos.
No era que nunca hubiese comido fideos con salsa de soya, pero los suyos solían venir acompañados de guarniciones que podían llenar una mesa entera.
Y en esta ocasión, los acompañamientos se limitaban a unas pocas tiras de verduras.
Frunció el ceño con visible desagrado.
Silvina lo observó y, al notar que él no parecía tener intención de mover un dedo, le empujó el tazón que acababa de preparar.
Leonel dudó unos segundos, como si tuviera que tomar una gran decisión, y finalmente tomó el tenedor para comenzar a comer.
De repente, se detuvo, frunciendo las cejas y soltó un escueto comentario:
—Está horrible.
Silvina estaba por replicar, pero en ese instante vio cómo él, sin pestañear, se terminó el tazón entero en cuestión de minutos.
¿No que estaba horrible? ¡Y aún así se lo comió todo!
De verdad que era un hombre contradictorio...