Leonel llamó enseguida a Silvina:
—¿Dónde estás? ¡Voy a recogerte!
—¿Recogerme? —Silvina se sorprendió—. ¿Por qué vienes por mí?
—Sí. Todavía no he comido nada. Acompáñame a cenar un poco —dijo Leonel, mientras conducía uno de los tres Lamborghini Gallardo que le habían traído por transporte aéreo. Era un modelo modificado, con el rendimiento llevado al límite.
El corazón de Silvina dio un pequeño salto. Aunque la razón le decía que no debía aceptar, su cuerpo ya había tomado la decisión por ella:
—Está bien, te acompaño.
Al colgar, levantó la vista hacia Ruperto y dijo con disculpa:
—Perdona, creo que debo volver. Leonel viene a recogerme.
Tania también se levantó, dispuesta a marcharse con Silvina.
—Ah, cierto —añadió Silvina—. Ruperto, ¿podrías llevar a Tania de regreso? Leonel viene con un deportivo, solo hay sitio para dos…
—¡Vaya! —Tania puso los ojos en blanco y tocó con un dedo la frente de Silvina—. ¡Qué manera de priorizar al hombre sobre la amiga! Está bien, me rindo contig