Lo que había ocurrido en ese rincón, en realidad, resultaba algo insignificante.
No había mucha gente observando, pero aun así la noticia llegó rápidamente a oídos de Leonel y de Ruperto.
Al enterarse de que alguien había intentado poner en aprietos a Silvina, las reacciones de ambos fueron completamente distintas.
Leonel ordenó de inmediato a Tomás que investigara a fondo los antecedentes de la tal Señorita Luisa, la que se había atrevido a iniciar la provocación.
Quien osaba humillar a la mujer de Leonel… bueno, ya vería lo que le esperaba.
Ruperto, en cambio, aunque se mostró algo conmovido por lo sucedido, no tomó ninguna medida directa. Solo instruyó a Camille para que cuidara más de Silvina en lo sucesivo.
Con el ejemplo de la Señorita Luisa, las demás mujeres, por muy celosas que estuvieran, no se atrevieron a volver a ofender a Silvina mientras Camille estuviera a su lado.
Además, aunque la envidia las consumiera, todas ellas tenían un orgullo que preservar.
Ser humilladas en