El sol caía lentamente sobre el horizonte cuando Aurora salió del hospital junto a Giuseppe. Sus pasos eran firmes, decididos, mientras su mente repasaba cada parte del plan. Bianca caminaba tras ellos, observando a Aurora con atención.
—¿Hay algo que no sepa? —preguntó Bianca con una ceja alzada.
Aurora se detuvo, giró ligeramente el rostro y le regaló una sonrisa enigmática.
—Ellos no lo saben, ¿verdad? —insistió Bianca.
Aurora asintió sin decir una palabra, y juntas subieron al vehículo que las esperaba, custodiado por varios hombres armados.
La caravana llegó a la antigua casa de los Greco, ahora en manos de Vittorio. La propiedad tenía un aire imponente, rodeada por altos muros y cámaras en cada esquina. Aurora descendió del coche, seguida por Giuseppe, Bianca y sus hombres. Todos portaban armas.
—Vamos a entrar —ordenó Aurora.
Uno de los guardias de la entrada, al verlos, corrió a alertar a Vittorio.
En el interior, Vittorio alzó los ojos al escuchar que ella estaba ahí. Una son