92. Revelaciones Perturbadoras
La sala de conferencias del juzgado se sentía más pequeña de lo usual con todos nosotros reunidos alrededor de la pantalla de videoconferencia. El aire acondicionado luchaba contra el calor, pero no lograba disipar la tensión que impregnaba cada centímetro del espacio. A mi izquierda, Max se ajustaba nerviosamente la corbata cada pocos minutos. A mi derecha, el abogado Calderón revisaba sus notas con una concentración láser.

La pantalla parpadeó y se conectó, revelando una sala estéril de prisión. Santiago Herrera apareció sentado frente a la cámara, esposado y flanqueado por dos guardias. Se veía más delgado que la última vez que lo vi, con ojeras profundas y una palidez que sugería que la cárcel no había sido amable con él.

—Señor Herrera —comenzó el fiscal—, usted ha aceptado testificar a cambio de inmunidad parcial. ¿Lo confirma?

—Sí, confirmo.

—Muy bien. Comencemos con la conspiración empresarial. ¿Cuál era su relación con Alejandro Dávila?

—Alejandro era mi socio en varios negoci
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