16. La Carta en la Oscuridad
Me encerré en la habitación del ala oeste después de la cena. Todavía tenía en los labios el ardor del beso forzado de Max. No sabía si lo odiaba o lo deseaba; lo único seguro era que mi corazón no se había calmado desde entonces. El silencio de la mansión me pesaba encima, tanto que cada crujido de la madera sonaba como un reproche.
Sobre la mesa descansaba la carta de Alejandro. La había leído tres veces, pero las palabras seguían vibrando en mi mente: decía tener pruebas de que Isabela había manipulado documentos, de que nada era tan limpio como aparentaba. Me pedía confiar en él.
Recordé la advertencia que le había hecho a Max: “Mantengamos la distancia, Max, o esto no funcionará”. Había sido clara. No iba a permitir que las emociones dictaran mi vida. Y sin embargo, ahí estaba, temblando entre la culpa y la atracción, con la piel aún sensible por aquel contacto que no había buscado.
Me abracé a mí misma y cerré los ojos. ¿Y si Alejandro solo quería apartarme de Max? ¿Y si lo que