115. Reconexión
Sábado, una y media de la madrugada.
Lo que sucede después es inevitable y natural como respirar, pero también completamente diferente a todo lo que habíamos compartido antes. Cuando Max me besa después de terminar la llamada con Victoria, hay algo fundamentalmente transformado en la forma en que nuestros labios se encuentran.
Es un beso de reencuentro, de reconocimiento, de esperanza. No la pasión desesperada y a veces destructiva de nuestros encuentros anteriores, sino algo más profundo. Como si estuviéramos aprendiendo el lenguaje del otro de nuevo, pero esta vez con la sabiduría que viene del dolor compartido y la sanación individual.
—Te he extrañado tanto —susurra contra mis labios, su voz cargada de una vulnerabilidad que me desarma completamente.
—Yo también —respondo, y las palabras llevan consigo meses de anhelo reprimido, de noches solitarias preguntándome qué habría pasado si hubiéramos tomado decisiones diferentes.
Sus manos encuentran mi rostro, trazando las líneas famili