Me asomé por la puerta, tratando de que no me escuchen. Caminé en puntas de pie y con todo el cuerpo con espasmos, aún lloraba pero me tragué los sollozos. La luz de la cocina iluminó mi rostro congestionado y ahí los ví.
Me tuve que tapar la boca al ver que el rostro de Nicolás estaba cubierto con sangre y que el hombre estaba parado frente suyo con todas las de ganar.
Me apresuré a cruzar la puerta sin que me esuchara, me quité los zapatos y subí las escaleras de dos en dos.
Entré al baño y me lancé hacia el inodoro, levanté la tapa de cerámica y metí el brazo hasta el fondo mojando mi abrigo y saqué una bolsa de plástico sellada.
La abrí desesperada y de dentro saqué el arma. La había guardado, aunque jamás creí que la usaría. Fue una buena decisión tomarla después de todo.
Bajé las escaleras con el arma en la mano, y casí me caigo, pude sostenerme de la baranda y me levanté lentamente, escuché el ruido de unos vidrios romperse en la cocina.
Llegué a la cocina con el arma en l